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Debra Ward Mitchell planea gastar $200 para Navidad en gorros y guantes como regalos para sus estudiantes.
“La tienda del dólar ha sido mi amiga, pero ya no es barata como antes”, dijo Mitchell, de 62 años de edad, que ayuda a llevar un programa para madres adolescentes en escuelas secundarias en Thornton Township, que incluye ciudades como Harvey, Dolton y South Holland.
Ella es sólo una de los muchos maestros que asumen personalmente los gastos adicionales de los estudiantes mientras luchan por llegar a fin de mes. Una encuesta reciente de la Asociación de Educación de Illinois (IEA, por sus siglas en inglés) reveló que el 97% de los educadores de Illinois gastan su propio dinero en suministros y el 94% trabaja fuera de su jornada laboral contractual. Cerca del 43% de los miembros de la IEA que fueron encuestados tienen al menos otro trabajo adicional.
La IEA, que es la asociación de educación más grande del estado, publicó su encuesta a unos 500 miembros antes de las elecciones del 5 de noviembre, cuando la economía era el tema principal para muchos votantes.
El informe de octubre dijo que el 59% está considerando dejar la profesión. De los que están considerando dejarla, el 65% dice que no está ganando suficiente dinero; el 62% dice que su carga de trabajo está aumentando, y el 65% dice que hay una falta de respeto por la profesión.
En Illinois, el salario promedio de los maestros fue de $73,916 para 2022-23, un aumento interanual del 2.2%, según un informe de la Asociación Nacional de Educación (NEA, por sus siglas en inglés) en abril. Illinois se clasificó como el doceavo mejor estado en cuanto a salarios docentes promedio, pero el vigésimo cuarto en cuanto a salarios iniciales promedio de $43,515 en el año escolar 2022-23. Para los profesionales de apoyo a la educación de kínder a doceavo grado como Mitchell, el salario promedio fue de $34,844.
Incluso con aumentos salariales récord en algunos estados, el salario promedio de los docentes en los EE.UU. no ha seguido el ritmo de la inflación durante la última década, según la NEA. Cuando se ajusta a la inflación, los docentes ganan un 5% menos que hace 10 años.
Durante más de 40 años, Mitchell ha sido maestra y ama su trabajo, pero vive de sueldo a sueldo. “Antes tenía un guardadito, pero con el aumento de los precios, estoy sintiendo el peso. Ha sido una lucha”, dijo.
En octubre, Mitchell gastó aproximadamente $200 en ingredientes para preparar las manzanas con dulce para una fiesta de Halloween en la escuela. Aparte de los días festivos, suele gastar hasta $100 al mes en libros y tarjetas de regalo para premiar a los estudiantes con asistencia perfecta.
“Imagínense si los médicos tuvieran que comprar sus propios suministros para las cirugías. ¿Qué pasa con los agentes de policía y los bomberos? ¿Deberían estar obligados a comprar su propio equipo también?”, dijo el presidente de la IEA Al Llorens, en un comunicado de prensa. “Todos merecen tener las herramientas básicas para hacer su trabajo”.
“Sabemos que nuestros maestros obtuvieron estos trabajos porque querían trabajar con los estudiantes y ayudar a sus comunidades, pero se está explotando su buena voluntad. No está bien”, agregó Llorens.
La inflación anual ha disminuido desde un punto alto de del 9.1% a mediados de 2022 a un mínimo de tres años y medio del 2.4% en septiembre. Pero los precios se han mantenido altos, incluidos los alquileres de apartamentos, las comidas en restaurantes y los seguros de automóviles y viviendas.
Los precios al consumidor aumentaron un 2.3% en octubre respecto al año anterior, dijo la semana pasada el Departamento de Comercio de Estados Unidos. Excluyendo las categorías volátiles de alimentos y energía, los precios denominados “básicos” también aumentaron, subiendo un 2.8% en octubre respecto al año anterior, en comparación al 2.7% en septiembre, según el índice de precios de gastos de consumo personal del Departamento de Comercio.
El índice de precios del gasto de consumo personal (PCE, por sus siglas en inglés) es la medida de inflación más usada por la Reserva Federal.
Personas como Mitchell no sienten mucho alivio por los costos más altos. Para el Día de Acción de Gracias, suele gastar entre $250 y $300 para preparar ocho bandejas de lasaña para su familia. Este año, gastó cerca de $500 en queso, pasta y salsa, incluso después de comprar al por mayor en Sam’s Club.
“Es increíble. Antes el queso costaba $5.99, ahora cuesta $8.99”, destacó.
El alquiler mensual de su apartamento de dos habitaciones en Homewood ha aumentado de $925 en 2020 a $1,400. Calcula que su recibo de la luz se ha triplicado en los últimos años y ahora es de $400 a $500 en invierno y de $100 en verano. Durante los meses fríos, viste con varias capas de sudaderas con capucha y calcetines para evitar que le aumente la factura de la luz.
Como muchos maestros, Mitchell también tiene otro trabajo. Trabaja a medio tiempo como notaria pública, ingresa datos para un programa de verano para jóvenes, hace pasteles y limpia casas. “He hecho todos los trabajos ocasionales que he podido”, dijo.
Mitchell ha pensado en dejar la profesión, pero enfatizó: “Me encanta lo que hago. Sigo haciendo cosas extra, pero no me pagan por ello”.
A Marta Rodríguez, maestra de un programa preescolar bilingüe en Berwyn, también le encanta trabajar con estudiantes. “Es una pasión para mí; es una vocación”, dijo.
Pero hace unos años, estuvo a punto de dejar la profesión para buscar un trabajo que pagara más. Rodríguez, de 58 años de edad, comenzó a buscar en Internet trabajos como puestos de escribano médico.
“Estuve a punto de renunciar. Se me salen las lágrimas con tan sólo recordarlo”, dijo.
Después en la primavera de 2022, su sindicato negoció un nuevo contrato “increíble” con un aumento que le permitió seguir estudiando y mudarse del apartamento de su hermana. “Antes de eso, pensé que nunca podría vivir sola o salir de deudas”, agregó Rodríguez.
A pesar del aumento salarial, su sueldo todavía no alcanza para mucho. “Nadie esperaba que también el costo de vida subiera tanto”, dijo.
Rodríguez puede cubrir el alquiler y los gastos, pero dijo que a diferencia de sus colegas, no tiene hijos qué mantener. Conoce a muchos maestros que tienen dos trabajos o luchan por mantener a sus familias. “Soy la excepción a la regla”, destacó Rodríguez.
Con información de AP
Traducido por Gisela Orozco para La Voz Chicago
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